Yo estaba distraída cuando lo oí. Sorpresivo e indefinible, al principio no supe de qué se trataba, pero enseguida advertí que era un lamento. Después llegaron más: lamentos grandes, sostenidos, que llenaban el aire. Sobrecogían. Ya me había dado cuenta de que no eran gritos o quejidos humanos, pero aún no había empezado a reaccionar. Entonces vi las carpas y las letras enormes del Gran Circo Mundial. Son los animales, dijo mi hermana. Aquello que habíamos oído eran los animales del circo. Rugidos, bramidos, no sé: sonaban a lamentos.