Si de algo puede estar satisfecho el Tribunal Supremo es de que sus decisiones nunca dejan indiferente a nadie. En concreto, la impepinable sentencia contra los principales líderes del procés, con penas de prisión de 13, 12, 11, 10 y 9 años (sí, parece una cuenta atrás), ha provocado un malestar unánime no sólo entre nacionalistas catalanes y españoles, sino también entre peatones neutrales, leguleyos aficionados, sordos de manual, observadores internacionales y gente que pasaba por ahí.