Querían que no nos diéramos cuenta. Querían que ignoráramos su cruenta bacanal. Querían poner sordina a sus crímenes diarios. Habitan en el paroxismo. Habían robado y echado de sus casas, de sus hogares, de sus intimidades sagradas a 400.000 personas. En esta orgía de la usura, la sangre, la vida, el ser humano, caía cada minuto, sin abstractos. Pero ellos, y sus testaferros, y sus leyes medievales, los disfrazaban de “suicidios”. Y eran crímenes. Crímenes hipotecarios, crímenes bancarios, crímenes de sobre, crímenes suizos, ...