El hombre blandengue

Yo creía que toda esa mierda de “los hombres no lloran” y similares la teníamos más que superada, y ya paso de los 40, aunque entiendo que en toda sociedad hay reductos irreductibles. Si escucho lo de “viva(n) los hombres blandengues” sin más contexto me suena igual que “viva la mujer sumisa”. Sólo que con los géneros invertidos.

Seguramente hace unas décadas los gobiernos adoctrinaban a las mujeres para dejarles muy claro el papel que les reservaba la sociedad como amas de casa. Hoy es justo al contrario. O tal vez por eso es justo lo mismo. La idea era mandar a tomar por culo las expectativas de la sociedad y hacer cada uno lo que nos viniera en gana, pero al parecer la “sociedad” sigue generando determinadas expectativas.

Porque una cosa es el hombre blandengue del que hablaba el Fary hace 40 años y otra muy distinta la que tenemos hoy y al parecer se celebra. Parece que lo que quieren es un modelo de masculinidad subordinada. Eso sigue siendo lo contrario a la igualdad, por mucha vuelta que se le haya dado al calcetín. Pero es que esto excede con mucho las competencias del ministerio.

Recientemente la Warner ha cancelado Batgirl. Lo de Hulka no nos lo vamos a poder ahorrar. ¿Qué machista, no? O sea que lo moderno, lo feminista, lo woke, es coger las mismas historias y personajes de hace casi un siglo y plantarles un par de tetas. Yo empiezo a pensar que nos hemos vuelto todos subnormales, y me incluyo sólo por cortesía.

Se habla mucho sobre el cambio en el rol del hombre y sobre la masculinidad moderna y los modelos que tenemos de feminidad son… ¿tíos con tetas? Porque parece que nadie se haya parado a pensar y escribir nuevos y buenos personajes femeninos y con un chasqueo de dedos y un oportuno cambio de sexo ya está todo hecho.

El error parte de la premisa: ni somos iguales ni lo seremos. Lo que queríamos era igualdad de derechos. Pero nuestra sexualidad es distinta, nuestras necesidades son distintas y nuestras prioridades son distintas. No apreciar eso es de una temeridad imperdonable. Pero a pesar de todo siguen insistiendo en una ridiculez paritaria en busca de una simetría que nunca fue tal ni lo será, socavando una meritocracia que ni siquiera había llegado a existir.

El discurso del heteropatriarcado lo que ha montado es una guerra de sexos entre las dos mitades de la población cuando los que conforman el poder, que ciertamente en su mayoría son hombres, ¿qué pueden representar, un 1% del total? Si llega. Claro que a ese 1% le viene muy bien que el blanco de las iras y las frustración de la ignorancia sea el 99% restante.

Hay una artículo en portada sobre el desnudo de Emma Watson en su último film en el que nos explican en los comentarios que a partir de ahora la belleza de la mujer la acompañará hasta la tumba. Que lo de que el atractivo se deteriora es cultural. Ya está tardando el decreto que anule la ley de la gravedad. Si la lucha contra el poder ya tiene un pronóstico complicado, la lucha contra la realidad roza lo surrealista. Cae, como todo, por su propio peso.

Tan machista es nuestra sociedad occidental que Isabel II se acaba de jubilar a sus 96 años. El problema siempre ha sido de poder, y no de género. Pero al poder bien le ha venido convencer a muchos de lo contrario y salir con ello del foco del debate.

¿En qué momento os han vendido la moto de que podéis escoger vuestro género? ¿Acaso no tenéis ojos en la cara? ¿Cómo y cuándo se ha consentido convertir la excepción en norma? Seguramente al primero que intentara articular un “pero” se le ha tachado de tránsfobo de forma inmisericorde, o lo que corresponda. Pero la repulsión que se pueda sentir ante tales cirugías, botox, y demás porquerías no es en realidad una cuestión de género. Si somos objetivos encontraremos que ante una disforia de género no es factible establecer que el problema está en el cuerpo y no en la psique.

Si uno va con depresión al psiquiatra por tener un problema derivado de un desempleo de larga duración antes le trataran un supuesto desequilibrio químico en su cerebro que solucionarle el tema del empleo. Pero parece que hoy en día si usted va con disforia de género, no se preocupe, ¡le hacen mujer en dos días! Huelga decir que nadie es su sano juicio podría creer tal delirio y lo más sensato es pasar por el quirófano sólo por necesidad.

La precisión de la psiquiatría para atacar los problemas en el extremo opuesto de sus causas a veces es maravillosa.

En cuanto al poder, ¿acaso cambiar el género de ese 1% va suponer algún cambio en su forma de proceder? Algunos ejemplos ya tenemos para demostrar que en absoluto.

Así que no, ni el hombre blandengue ni la mujer sumisa. Personas libres e independientes que puedan pensar por sí mismas, que lo de “mens sana in corpore sano” parece que ha calado muy bien en los gimnasios pero me temo que no tanto en las bibliotecas. La belleza languidece pero la inteligencia se puede beneficiar de la experiencia. Por la vía del músculo difícilmente perderán, el monopolio de la violencia es suyo.

Y qué casualidad que al poder le interese una población ignorante incapaz de cuestionar el orden establecido. Más que para discutir con que vocal se ha de dirigir uno al rebaño. Señoras, señores y señoros.

Si dejamos que nos definan nuestros “enemigos” y ahora resulta que mola ser, no sensible, ni siquiera delicado, sino “blandengue”, pues apaga y vámonos. Joder, ¿de verdad alguien quiere ser blandengue? Con lo guapa que era Emma Thompson… Sucede que además era buena actriz. Y no me sorprendería nada que haya mejorado con los años.

Viendo las pifias de comunicación de las última campañas del Ministerio de Igualdad me veo en la obligación moral de ofrecerles mis modestos servicios… aunque no sé donde he escuchado que ahí sólo trabajan tías. Pero seguro que es sólo un burdo rumor, ¿no?