Una pequeña sociedad con un entorno limitado, solía poner nombres simples a los accidentes geográficos que les rodeaban. Era común que la montaña se llamara montaña, en la lengua local. A medida que las regiones que habitaban las sociedades se hacían más grandes, aparecían múltiples accidentes geográficos semejantes y, por tanto, la necesidad de diferenciar a unos de otros. Los ríos era frecuente que tomasen su nombre del color de los suelos de su lecho, aunque en muchas ocasiones bastaba con diferenciar al grande del pequeño.