Esa mañana Mussolini amanece algo irritado. No sabe muy bien por qué. El campeonato mundial que, gracias a su influencia diplomática, se celebra en Italia va sobre ruedas. El pueblo está entusiasmado y la azzurra es la gran favorita. En octavos de final se han quitado de en medio a Estados Unidos, metiéndole siete goles. Nada menos que siete. Pero hay algo que no va bien. En cuartos de final, espera España.
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