En mal momento se ha quedado el Gobierno sin el principal canalizador al que desviar las preocupaciones ciudadanas. ¿A dónde asir su viejo discurso del enemigo, sin ETA de comodín a mano? ¿Cómo llenar ese marco semántico y emocional del adversario que en España ha sido durante décadas el terrorismo, precisamente ahora que la legitimación gobernativa se ha resentido?
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