Resulta que, en el accidente del Yak-42, lo menos dantesco fue el accidente en sí. Resulta que el general Vicente Carlos Navarro, jefe del equipo médico que firmó las identificaciones de los cadáveres del Yak, es un borrachuzo y un incompetente. Resulta que el general Navarro metió prisa a los forenses de Alá para que se dejaran ya de tanta identificación, coño, que se nos va el avión. Y los cadáveres acabaron hechos un revoltijo, porque la reconstrucción de los miembros se hizo, según parece, en plan señor Patato.
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