Ya no hay lucha de clases, sino una lucha solitaria e insolidaria de cada uno consigo mismo por la competencia y la productividad. El que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad. Ya no se trata de una lucha de clases que se juega en el espacio social donde de antagoniza para ganar posiciones, sino de una lucha en la que cada quien lucha consigo mismo en soledad y aislado, por la competencia y la productividad requerida, que destruye la solidaridad y desgasta el sentido de comunidad.
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