Una legión de mañosos, jubilados, frikis de la tecnología y amas de casa se ha propuesto evitar que los artículos electrónicos y de menaje acaben en la basura sin más. Juntos, millares de voluntarios trabajan gratuitamente para ofrecer una segunda oportunidad a objetos inanimados, condenados al olvido por ingenieros que practican con esmero uno de los principales preceptos de la religión del consumismo: la obsolescencia programada. La idea surge hace siete años en Ámsterdam por iniciativa de Martine Postma: Repair Café.
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