Fue el sino, el azar, la suerte, la fatalidad, el designio o como quieran llamarlo, pero quizás si el corsario Morato Arráez no hubiese atacado nunca Lanzarote, a estas alturas de la historia nadie hubiese conocido al volcán más alto de la isla [de Gran Canaria] con el nombre del pico de La Atalaya. El pirata argelino se convirtió en 1586 en el azote de Lanzarote, al protagonizar en el verano de ese año uno de los ataques más agresivos de cuantos ha padecido esa isla.
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