Dejar una huella para las generaciones futuras fue, y aún es, una precupación del ser humano en su afán de memoria histórica. Recientemente se han rescatado de las profundidades de la Opera Garnier de París, una serie de urnas de cobre depositadas en 1907, con la cláusula de ser abiertas cien años más tarde. Es así que el 24 de diciembre de 1907, en las entrañas del «Palais Garnier», tiene lugar la ceremonia de inhumación de veinticuatro discos, presentados como el embrión de un museo de la voz.
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