El más antiguo y uno de los más conocidos realizadores de la Televisión Canaria es despedido 4 minutos antes de empezar el informativo del mediodía. Ocho meses después, la Jueza no sólo declara el despido nulo, sino que culpa a la empresa de vulneración de derechos fundamentales. El realizador, convertido en una especia de héroe local, pasa a ser terror de la dirección de la empresa que es conocedora de su proteción legal (ya no se le puede echar a la calle) se limita a leer su blog y a pinchar agujas en su muñeco vudú, maldiciendo en arameo.
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