Jordi y Alicia esperan sentados en la terraza de un bar en Badalona (Barcelona). A la llegada de la periodista, aclaran: “El café que ves aquí y el tabaco lo podemos pagar porque la familia nos ha dejado diez euros”. La pareja vive así —de la solidaridad de su entorno— desde que en junio un cúmulo de circunstancias se alió en su contra: perdieron una ayuda familiar que recibían, les subieron el alquiler y están a la espera de la renta mínima de inserción (RMI), que no les acaba de llegar.
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