El pasado mes de abril Samira Ahmad abandonó su hogar en Marruecos para ir a trabajar a los campos de fresa al sur de España (...) Un año después, la vida de Ahmad está arruinada. Está en la indigencia, divorciada y durante los últimos diez meses ha vivido escondida, y sobreviviendo con limosnas junto con otras nueves mujeres que -como ella- aseguran que sufrieron tráfico de mujeres, asaltos sexuales y explotación en la granja donde fueron contratadas.
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