Cuando éramos niños, los videojuegos eran cosa de niños. Juguetes infantiles que atrofiaban el cerebro. Cosa mala, muy mala. Crecimos, y los videojuegos ya no eran cosa de niños. Eran cosas malvadas que corrompían las mentes de los infantes con su ultraviolencia, su lenguaje soez expuesto a todos, y su adicción sin aparente fin. Pero he aquí que llegaron los juegos casual, y todo se convirtió en un bello prado de paz, alegría y buenos deseos. El vídeo de presentación de la Wii fue el inicio del cambio con abuelos y familias al completo.
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