Francisco Nicolás Gómez Iglesias, de 20 años, llevaba una doble vida. En apariencia, cursaba una carrera en el elitista Centro Universitario de Estudios Financieros (CUNEF) de Madrid y tenía las mismas aficiones que cualquier otro chico de su edad. Pero, en paralelo y en el más estricto secreto, Francisco Nicolás había iniciado una precoz carrera delictiva que le llevó a colarse en los círculos más restringidos del poder político y económico: desde los actos de coronación de Felipe VI el pasado mes de junio a reuniones con empresarios del Ibex.
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