Durante los años de mi largo exilio viví en varios países (Suecia, Reino Unido y EEUU), y pasé temporadas de mi vida asesorando a muchos gobiernos e impartiendo docencia en muchos otros países. Cuando pude integrarme de nuevo a España, me sorprendió ver la escasísima cultura democrática existente, tanto en las instituciones y debates políticos como en las prácticas mediáticas. En lugar de debates había un intercambio de insultos con una gran pobreza argumentativa. Y en los medios de información, la manipulación era constante.
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