Todos los viajeros, en alguna ocasión, han experimentado lo que voy a describir: llega a las ruinas de la ciudad inca de Machu Pichu, por ejemplo, y siente que hay demasiados turistas, que se está saturando el lugar, que se está pervirtiendo su pureza. Y, encima, no muy lejos, es posible que uno pueda comprar Coca Cola, o quizá haya una franquicia de McDonalds homogeneizando el entorno. Esta sensación, de hecho, cada vez es más frecuente.
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