Ha sido un colosal error de cálculo. España estimó que Alemania, por factores políticos y jurídicos, era el país más propicio del entorno europeo para forzar la detención del expresidente catalán Carles Puigdemont y solicitar su extradición por el delito de rebelión. Toda su estrategia se fundamentaba en una máxima equivocada: Que la Justicia alemana iba a seguir los intereses del Gobierno alemán, pero la alemana es más independiente del estamento político que la española.
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