La apertura a la explotación del trabajo asalariado por propietarios privados fue felizmente descartada, dado que podría constituirse en una las vías de restauración y avance del capitalismo privado. La creación de “zonas especiales” para la inversión extranjera (tipo China) no aparece ya entre las resoluciones. Igual suerte al parecer corrieron las anunciadas concesiones para la instalación de campos de golf, residencias para millonarios del exterior y proyectos turísticos reñidos con la seguridad medio ambiental y la soberanía.
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