Supón que estás invitado a una recepción con Isabel Preysler (sí, de esas en las que apareces de repente y no te echan a los perros, sino que te reciben con una sonrisa y unos bombones), y tras comer unos mejillones escabechados del aperitivo resulta que te da un apretón. De tú reacción depende que te conviertas en el alma de la fiesta, o que el mayordomo-embajador te eche a patadas.
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