Cuando Luis García Berlanga estrenó "El verdugo" en el Festival de Cine de Venecia en septiembre de 1963, un suceso de última hora convirtió la película en un alegato de máxima actualidad contra la pena de muerte. Unas semanas antes, el 17 de agosto, los anarquistas Enrique Granado y Joaquín Delgado fueron ejecutados mediante garrote vil, acusados sin pruebas de un atentado terrorista en Madrid. Aún estaba reciente el fusilamiento del comunista Julián Grimau y al régimen franquista le quedaba una década de ejecuciones por delante.
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