A veces merece la pena poner cara al fantasma de la inmigración. Elena ha visto crecer a David (tres años y medio) y Natalia (dos años) desde que eran bebés. De hecho, los sigue viendo crecer, casi a diario. También a otra docena de niños de la urbanización, a los que ha cuidado, o a cuyas casas va a limpiar y/o cocinar....
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