Puede sorprender la afirmación de que el desorden físico conduce al desorden moral. Pero suele suceder que cuanto más deteriorado está nuestro entorno menos hacemos por preservarlo y mejorarlo, lo que supone un abandono de cualquier acción constructiva, de cualquier proyección en el futuro menos inmediato, y una entrega a un carpe diem solipsista y desintegrador de lazos sociales. La armonía social sin duda le debe algo al orden de lo material.
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