La operación, más allá del negocio que ha supuesto para los accionistas de Tuenti, pone de relieve las debilidades de la empresa española, donde las grandes corporaciones liquidan chequera en mano proyectos innovadores nacidos para ser una alternativa al viejo oligopolio empresarial. Salvando las distancias, esta compra de Tuenti por Telefónica (como otras que se han producido en los últimos años) viene a ser como si si Steve Jobs hubiera vendido Apple a la vieja AT&T para comprarse una mansión.
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