La condesa,Isabel Bathory, echó a su suegra y a sus hijos del castillo, y se entregó a una vida de macabros placeres. Sin embargo, el verdadero horror no comenzó hasta que, un día, Isabel se salpicó la mano con la sangre de una sirvienta, a la que abofeteó por no saber peinarla a derechas. A la condesa le pareció que la piel donde había caído la sangre era más suave y tersa, y, ni corta ni perezosa, ordenó a Thorko y a otro criado de nombre impronunciable, que cortaran las venas a la muchacha y llenaran una tina con su sangre.
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