La ciencia económica durante décadas se limitó a encogerse de hombros cuando le preguntaban porqué no cuantificaba -problemas matemáticamente más complejos había abordado- esos costes, para introducirlos en la contabilidad de lo que producimos y consumimos. Y señalando un punto lejano en el espacio se decía: "es que son externas...". Y así, sólo la mala suerte, remotamente externa al mercado, era responsable de la fatal caída de un obrero desde un andamio. La agotadora jornada de trabajo de las amas de casa, criando a los hijos, limpiando...
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