¿Se pondría usted en las manos de un dentista que hubiera aprendido la carrera estudiando unos manuales en Internet? ¿O dejaría que un mecánico que se ha formado viendo vídeos en YouTube pusiera a punto su coche antes de salir de vacaciones? Probablemente no, porque en ambos casos estaría en juego su salud e integridad física. Pero, ¿qué pasa cuando de lo que se trata es de acceder a la información? ¿Sirve en ese caso cualquier fuente? ¿Son todas igual de fiables? Más en el primer comentario
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