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«La propietaria de la vivienda nos dijo que en otra casa próximo hay mastines y que no fuéramos con el perro suelto», explica Aparicio. Enfatiza que en ningún caso pensaban sacar al can sin correa, al margen de esta advertencia. «Pero en el jardín de la casa donde nos quedamos sí lo dejamos suelto». Pero el último día de vacaciones, justo después de haber tomado el aperitivo en el exterior del inmueble y de «haber brindando por Galicia» y por la magnífica estancia que les había brindado, ocurrió lo que nadie había previsto.
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