El texto, la voz, el cuerpo y un foco, pareciera lo único que le bastan a Marco Canale para poner en escena este trabajo propio del dramaturgo, que ahora se expone para contar lo que le sale y le desborda el alma, no con un sentimiento de rabia, sino, como él mismo explicará, de vergüenza. Por la obra desfilan las vergüenzas y los sinvergüenzas, que desde Uribe, o los directores del periodicucho y sus amos apoyan los crímenes, hasta el principito Felipe de Borbón entregando todo orgulloso un premio de derechos humanos por la labor del criminal.
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