La universidad de Oberlin quiso acabar con una histórica panadería local en pro de la corrección política y con tal de apaciguar a la turba de "justicieros sociales" del campus. El jurado envió un claro mensaje: La verdad importa y también las reputaciones y las vidas de las personas afectadas por falsas acusacioness. A lo largo del juicio, la defensa del Colegio Oberlin degradó al negocio y a sus dueños, argumentando que la panadería era casi inútil. El jurado envió un claro mensaje: No hicieron nada malo, solo impedir un robo.
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