Quienes se oponen a revisar o reformar el sistema sanitario de salud en Estados Unidos alegan, por ignorancia o por demagogia, dos argumentos en su defensa: primero, que a este país no se le puede acusar de negligencia sanitaria cuando ofrece al mundo los mejores avances en tecnología médica y farmacológica; segundo, que ni son reales las cifras de población sin cobertura médica ni es cierto que a un paciente sin seguro o sin dinero se le niegue la atención ante un problema médico repentino.
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