Camino del Monasterio de La Real. Siete de la tarde. Ya es de noche, está oscuro y el viento frío es implacable. Las sombras van llegando como almas en pena. Andan por el arcén de esa inhóspita carretera, en silencio y apretándose el abrigo contra el cuerpo. Algunos llevan más de una hora caminado para llegar hasta ahí. Ni para pagarse el autobús tienen.
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