Pero atención porque entramos en el hotel por una puerta gigante que es una boca de cuatro metros. Tras pasar la larga lengua sonrosada, llegamos a la garganta y tocamos, naturalmente, la campanilla. Aparece entonces el gerente del hotel subido al tejado de una cabaña. Discurso de recepción y ¿alehop!, salto hacia atrás, desaparición en el vacío y un ¿uuuuh! asustado.....
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