Pompeya ha permitido a los arqueólogos italianos sacarse la espina... aunque han tardado un año en reparar un burdel de dos plantas y diez habitaciones y en el que se demuestra que siempre hubo clases: los clientes más pudientes tenían la segunda planta reservada, aunque todas las habitaciones contaban con camas de piedra cubiertas por colchones de paja y un fresco erótico.
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