Cuando Jackie DeVita vio que un tumor iba a poner fin a su vida a los 42 años solo tenía una preocupación: ¿qué sería de sus hijos cuando ella muriera inevitablemente? La única solución para asegurarse de que iba a descansar en paz cuando le llegara la hora recaía en la que estaba sentada a su lado, en el borde de la cama del hospital: su hermana Colleen.
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