Más del 94% de la seda que se produce en el mundo procede de Asia. En concreto de China, y en menor medida de la India. Lejos queda el protagonismo del Japón, anterior a la Segunda Guerra Mundial, y más aún el de una Europa en plena revolución industrial donde Italia y Francia eran unos potentes centros productores de hilo de seda. En este contexto, el esplendor valenciano en la producción de seda cruda data del siglo XVII y, con altibajos cíclicos, se prolonga hasta los inicios de la industrialización.
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