El plan es aplicar un estándar global que minimice el impacto medioambiental que supone la fabricación de baterías y el fin de su vida útil, poniendo el foco en las materias primas y en el proceso de fabricación. Esta nueva regulación podría darse a conocer antes de que finalice 2020, y abarcará desde el suministro responsable de materias primas conflictivas como el cobalto o el litio hasta la fabricación con energías limpias, pasando por reducir la proporción de sustancias peligrosas y aumentar su vida útil.
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