Una pintada en un muro del barrio de Gràcia nos llamaba bastardos. Recordé una que el verano pasado encontré en el casco viejo de Palma que manifestaba ‘Tourist Go Home’. Y lo primero que hice fue pensar que debía evidenciar que yo era distinto, que no era como ellos, que no merecía ese insulto. Me detuve y marqué una distancia traidora respecto a los otros turistas. Y comprendí que ellos, que nosotros, no tenemos la culpa.
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