Imagina todos los ordenadores del mundo. Unidos. Algo así como Internet, pero no sólo conectados para los que nos interesa, sino conectados con toda su capacidad de proceso sumada. ¿Ya? ¿Lo tienes visualizado? ¡Qué inmensidad! Pues no sería tan complejo como tu cerebro. Nuestra mollera resacosa resulta mucho más compleja que todo Internet, según investigadores de Stanfore. ¿Cómo es posible?
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