El pequeño municipio de Sant Mori, en el Alt Empordà, va a perder su principal banda sonora nocturna. Las campanas que desde hace un siglo marcaban los horas y cuartos dejarán de oírse entre la medianoche y las ocho de la mañana. El repique, que con el tiempo ya había sido interiorizado por muchos de los vecinos de este pequeña localidad de poco más de 150 habitantes, sin causar molestias, se había convertido para otros –sobre todo foráneos– en un gran obstáculo para conciliar el sueño. Un 70% de los visitantes son americanos.
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