La codicia de sus directivos llevó al Deutsche Bank por una pendiente resbaladiza en la década de 2000. Durante años, el banco cultivó estrechas relaciones con Vladímir Putin. Y se involucró en negocios turbios con el autócrata ruso. A principios de la década de 2000, el Deutsche Bank quería tener éxito en Moscú. Para conseguirlo, algunos empleados utilizaron cualquier medio: sobornos a funcionarios de Putin, visitas a burdeles para los buenos clientes, blanqueo de dinero para la mafia.
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