Nunca fue tan evidente la gigantesca pequeñez de Donald Trump. Seis días después de que comenzaran las protestas por la muerte del afroamericano George Lloyd en Minneapolis a manos de la policía, transformadas en los disturbios más violentos desde el asesinato de Martin Luther King en 1968, el presidente de Estados Unidos se mantiene atrincherado en la Casa Blanca, incapaz de ofrecer una respuesta a la indignación que recorre el país o siquiera unas palabras de aliento para consolar a la nación.
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