Una vez más, toca a los más pobres pagar el pato de la crisis que no hemos provocado. Una vez más, estudiantes y currantes, para los que el transporte público es una necesidad diaria, y los mismos que le pagamos a nuestra alcaldesa su coche oficial, su gasolina y su chófer para ir a la peluquería. En la calle, los madrileños lo tienen claro. Hemos salidos a preguntarle cuáles son sus “truquinis” para seguir usando autobuses y Metro sin perder un riñón.
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