Recién arribada a Buenos Aires el subte línea D me regaló el piropo del día, del mes, del año: "Disculpe. Tengo 86 años y me bajo en la próxima estación, pero antes quería decirle que he estado observándola detenidamente durante el trayecto y es usted admirable... Educada, simpática, bonita, prolija. Admirable. Como las chicas de antaño". Me sonrojé, claro, pero atiné a sonreír y a agradecer muy amablemente la cortesía. Pensé, luego: ¡Qué lindo que es estar de vuelta en Argentina! Y, también, que esa situación jamás podría darse en Bilbao.
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