Poner a hablar a ciertos políticos españoles en la mesa de un bar entraña graves peligros. Si en las distancias largas no dicen lo que piensan, en las cortas no piensan lo que dicen. Como muestra, un botón. Resulta difícil concentrar en tres minutos tanta inconsistencia como ha mostrado impúdicamente la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, café en mano. Agárrense, que vienen curvas:
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