La sensación de plenitud que uno siente al ver el vídeo es algo enfermiza. Quizá se deba a la música, al ambiente psicodélico o a esa crueldad dulce que lo embriaga todo. Si os sentís bien después de ver el vídeo (como es mi caso) es que seguramente seréis unos odiadores de conejos de chocolate pasivos; es decir, no los odiáis porque no os han hecho nada, pero participáis de la alegría de su destrucción.
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