En enero de 2009 los islandeses, aplastados por el colapso económico, se echaron a la calle y acabaron forzando la caída del gobierno. El país dejó que sus bancos quebrasen y acordó con el FMI medidas "poco convencionales" que respetaron el estado del bienestar y retrasaron los recortes. Hoy, sus previsiones de crecimiento triplican las de los países de la eurozona.
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