(...) La mayoría de gaditanos, andaluces, con más de cuatro décadas de vida, conocen el relato de memoria. Un almacén de bombas militares, en lo que hoy sería el barrio de San Severiano, el Instituto Hidrográfico, saltó por los aires a última hora de aquella plácida tarde, convertida en infierno en una fracción de segundo. Nadie supo jamás por qué. Para los que tuvieron la desgracia inasumible de perder a una madre, un hijo, un hermano, a su pareja, no hay cifras. La fecha es una punzada. Otra. Ellos tienen a cambio nombres, rostros y vidas...
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